LOGOPEDAS INFANTILES DE CONFIANZA
¿Cuándo acudir a un logopeda infantil?
Es recomendable acudir al logopeda infantil en caso de que los niños presenten algunas de las siguientes señales:
Tratamientos de logopedia infantil
En Logopedia Lucía contamos con expertos en logopedia infantil que atienden diferentes dificultades adaptadas según la edad, el ritmo de aprendizaje y las necesidades específicas de cada niño. Nuestros logopedas trabajan de forma coordinada con las familias y, si es necesario, con el centro escolar y con profesionales como psicólogos, terapeutas ocupacionales u ortodoncistas, entre otros, para asegurar un tratamiento eficaz.
Entre las dificultades de logopedia infantil que tratamos en Logopedia Lucía, destacan:
RESOLVEMOS TUS DUDAS
Preguntas frecuentes sobre logopedia infantil
Cada niño tiene su ritmo de desarrollo, pero hay hitos de referencia que ayudan a saber si el desarrollo del lenguaje está dentro de lo esperado o merece una valoración. Las siguientes edades y signos son orientativos:
- 0–6 meses: el bebé responde a la voz, sonríe socialmente, emite sonidos (gorgojeos, arrullos) y establece turnos en el “diálogo” con los adultos (mirada, vocalizaciones). Importante: responde a su nombre y reacciona a la entonación. Si no mira ni responde ante la voz puede ser señal de alarma.
- 6–12 meses: aparece el balbuceo (sílabas repetidas tipo «ba-ba», «ma-ma») y hacia los 10–14 meses suelen aparecer las primeras palabras con significado (por ejemplo “mamá”, “papá”, nombres de objetos). También aparecen gestos intencionales (señalar) y la comprensión de instrucciones simples (por ejemplo “ven aquí” con gesto). Si a los 12 meses no hay balbuceo variado ni respuesta a sonidos, conviene consultarlo.
- 12–18 meses: el vocabulario comprensivo normalmente es mayor que el expresivo; es habitual que el niño entienda muchas palabras antes de decirlas. A los 18 meses suele tener varias palabras y comenzar a combinar gestos y palabras. Si a los 18 meses no hay al menos unas pocas palabras funcionales o no responde a instrucciones simples, se recomienda evaluación.
- 18–24 meses: se suele producir una “explosión” de vocabulario para muchos niños; aparecen combinaciones de 2 palabras (“quiero agua”), y la comprensión aumenta (sigue instrucciones de dos pasos con apoyo gestual). Si a los 24 meses no hay combinaciones de palabras ni un vocabulario creciente, pedir valoración.
- 2–3 años: aparecen frases más largas (3–4 palabras), pronombres básicos y mayor interacción conversacional. Si a los 3 años el lenguaje sigue muy limitado o la comprensión es baja, conviene intervención.
- 3–4 años y en adelante: frases más complejas, narraciones sencillas, comprensión de ideas más abstractas y mayor inteligibilidad en su habla.
La detección temprana mejora el pronóstico; si tienes dudas lo más conveniente es realizar una valoración breve por un logopeda profesional aclarará si es un retraso madurativo o si conviene empezar intervención.
Existen diferentes señales que pueden indicar que un niño podría necesitas un logopeda, y varían según la edad y el área del desarrollo afectada (lenguaje, habla, voz, comunicación, alimentación, lectoescritura, etc.), pero, en general, cualquier dificultad persistente en la forma de comunicarse, comprender o expresarse puede ser motivo de atención.
En los primeros años, si el desarrollo del lenguaje del niño parece más lento que el de otros niños de su edad, si tiene un vocabulario limitado, construye frases muy simples o no se le entiende bien al hablar, podría ser conveniente consultar a un logopeda. También es importante prestar atención a señales relacionadas con la comprensión: por ejemplo, si el niño tiene dificultades para seguir instrucciones, no comprende preguntas sencillas o se muestra frustrado cuando intenta comunicarse.
En la etapa escolar, otras señales que pueden indicar que un niño necesita un logopeda pueden ser problemas para aprender a leer y escribir, invertir letras o sílabas con frecuencia, leer de forma muy lenta o sin comprensión, o tener dificultades para organizar y expresar sus ideas oralmente o por escrito.
Además, la logopedia no se centra solo en el lenguaje: también puede ser necesaria si el niño presenta alteraciones en la voz (habla ronca o forzada de manera habitual), dificultades para articular determinados sonidos, respiración oral o dificultades para masticar y tragar correctamente.
En resumen, cualquier situación en la que la comunicación, el lenguaje, el habla o la alimentación interfieran en el desarrollo, el aprendizaje o la interacción social del niño, es motivo suficiente para contactar con un logopeda y solicitar una evaluación logopédica. Detectar y actuar a tiempo es fundamental para favorecer su progreso y bienestar comunicativo.
Los errores de pronunciación forman parte del desarrollo normal, pero cada fonema tiene su edad esperada de adquisición. Fonemas sencillos como /p/, /m/, /t/, /b/, /k/ o /n/ se adquieren muy temprano, entre los dos y los tres años; otros como /f/, /g/, /ch/, /l/ o /r/ simple, aparecen hacia los 4 años; grupos consonánticos con /l/ y /r/ como -pr- o -fr-, suelen consolidarse hacia los 5 años; y la /r/ vibrante múltiple suele ser el último fonema en adquirirse y puede consolidarse alrededor de los 6 años.
Si pasada la edad esperada de adquisición un niño sigue presentando dificultades para articular determinados fonemas, puede ser recomendable consultar con un logopeda profesional. Detectar y tratar estas dificultades a tiempo es importante, ya que los errores de articulación que se mantienen en el tiempo pueden afectar a la inteligibilidad del habla, generar frustración y repercutir en el proceso de aprendizaje de la lectura y la escritura.
Cuando tu hijo está en tratamiento logopédico, es fundamental seguir las indicaciones del logopeda, ya que la colaboración familiar es clave para que el progreso sea más rápido y eficaz. La implicación de la familia no solo refuerza el trabajo realizado en las sesiones, sino que también transmite al niño la importancia y el valor del proceso terapéutico.
Acompañar el tratamiento desde casa significa mostrar interés, mantener una comunicación abierta con el profesional y ofrecer un entorno de apoyo, paciencia y comprensión. Cada pequeño avance requiere constancia y tiempo, por lo que es importante respetar los ritmos del niño y celebrar los logros conseguidos, por pequeños que sean.
Además, la coordinación entre el logopeda y la familia permite ajustar las estrategias cuando sea necesario y garantizar que el trabajo sea coherente y adaptado a las necesidades del niño. En definitiva, el tratamiento logopédico se convierte en un proceso compartido, donde la implicación familiar marca una gran diferencia en los resultados.
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